Cuando San Antonio vivía en el desierto, se le acercó un joven:
-Padre, vendí todo lo que tenía y se lo di a los pobres. Sólo conservé unas cuantas cosas de las que valerme para sobrevivir aquí. Me gustaría que me enseñases el camino de la salvación.
San Antonio le pidió que vendiese las pocas cosas que había conservado y que, con el dinero, comprase carne en la ciudad.

A la vuelta, debía traer la carne atada a su cuerpo.
El muchacho obedeció. Al volver, fue atacado por perros y halcones, que querían un trozo de carne.
-Ya he vuelto- dijo el muchacho, enseñándole el cuerpo arañado y las ropas echas harapos.
-Aquellos que dan un nuevo paso y todavía pretenden mantener un poco de su antigua vida, acaban dilacerados por el propio pasado- fue el comentario del santo.

– Texto sacado de «MAKTUB», Paulo Coelho